19 de noviembre de 2015

Carnaval Star-System por Javier Osuna Jara

Javi Osuna y yo debatiendo sobre cualquier tema.
El otro día, con motivo del comunicado que publicaron los autores del G-19 y mi posterior Reflexión en voz alta sobre el asunto, estuvimos unos cuantos debatiendo y comentando este tema en tuiter. Lo de siempre vamos. Y el amigo @JaviOsuna_ comenzó su propia reflexión en voz alta desde un punto de vista, radical como siempre y como a mi me gusta, que yo no había contemplado. Como quería conocer más en profundidad su opinión, le pedí que la desarrollara para poder publicarlo en el blog. A los pocos minutos tenía ya en mi correo el artículo que vais a leer a continuación. Nuestros puntos de vista, como siempre de nuevo, son muy diferentes, pero no le puedo encontrar pegas a su argumentación, e incluso envidio su posición radical respecto a este asunto. Radical, sí, pero también más pura y casi ingenua, con una esperanza que quizás yo ya he perdido. Lo admito, yo ya soy prisionero del Star-System del Carnaval, pero tú todavía estás a tiempo de salvarte. Si buscas una oportunidad, la encontrarás a continuación.

“Carnaval Star-System”, por Javier Osuna Jara.

El otro día, la élite de los autores del carnaval (llamémoslo así) casi en su totalidad firmó un manifiesto en el que se pedía la reforma de algunos elementos del concurso del Falla — el COAC, para los modernos—. Las peticiones nos sirvieron de excusa para reflexionar sobre el concurso, el carnaval, el pasado, el futuro… y no reflexionamos sobre la subida de precios del kilo de puntillitas porque se nos pasó la hora. Total —esa “L”, muda—, que por eso estoy hoy aquí, de prestao, porque el dueño del blog ha tenido a bien que reflexione en alto, en largo, y con ustedes.

Cádiz
El punto que lo inició todo fue el de la petición de un tiempo para ensayos generales en el propio teatro por parte de las agrupaciones. Es cierto que en casi todo espectáculo escénico es impensable hacer la primera representación a pelo, pero también es cierto que en el Falla actual, el número de actuaciones se ha disparado hasta la locura: este año rozamos las 150 agrupaciones. CIENTO CINCUENTA AGRUPACIONES —en letras como que acojona más— repartidas en tres categorías, que tienen el teatro Falla ocupado prácticamente 10 horas al día durante un mes completo. ¿Ensayar por las mañanas? ¡Y cuándo duerme el pobre Miguel Ángel! Pero bueno, sí, venga, vale. Aceptemos que se puede hacer una ampliación de personal y tener el Falla funcionando 24 horas non-stop, al menos durante las preliminares. Pero, ¿pa’ qué? Es un poco reaccionario, y no me gusta, el argumento de “llevamos así toda la vida” para evitar cambiar algo, pero joé: es que llevamos toda la vida viendo actuaciones sin ensayo en el teatro y menudas maravillas. Pero bueno, vale, que haya ensayos, tampoco se va a morir nadie por eso. Lo de los ensayos, al final, es una medida anecdótica que solo afecta al funcionamiento interno del concurso, pero, y aquí vamos a empezar a discutir: es un síntoma más de una tendencia creciente que parece querer crear un modelo de concurso que yo llamo star-system, y que vosotros podéis llamar como queráis, que se resume en que hay que convertir el Falla —el COAC, para los modernos—, en la Champions League —la Copa de Europa, para los antiguos—. Más claro, creo: hay que elevar una costumbre popular a la categoría de espectáculo de élite.

Ahora el Falla es un escaparate para giras y bolos. Para llenar teatros en El Cuervo, Alcalá o Ayamonte. Ahora —uso ahora por comodidad, no pretendo hacer creer a nadie que esto empezó antes de ayer, pero sí que se viene agravando— estamos invadidos por agrupaciones que vienen solo a pasar por preliminares para subir un poco su caché para cuando vuelvan a sus pueblos. Ya no son agrupaciones de carnaval: son grupos de pop que tienen que vender discos, tener club de fans —de esos que pagan por pasar un día contigo—, hacer solos (o tríos) y, por supuesto, ensayar antes de cantar.

Nos hemos empeñado en hacer del carnaval nuestro gran producto turístico, ya que casi hemos terminado de prostituir nuestras playas, y hemos conseguido lo que se consigue convirtiendo algo en turístico: subyugarlo al gusto del turista. El turista paga, porque tiene más dinero que nosotros,  y nosotros obedecemos. Si quiere una playa sin algas y con arena fina, la tendrá, aunque haya que destrozar nuestro patrimonio natural. Y si quiere una agrupación cuyas letras renuncien a los códigos locales porque tienen que ser entendidos en Sevilla, que es donde se gana el dinero, y si puede ser, en Madrid, que 30 segundos en el informativo de Antena 3 son una publicidad impagable, también la tendrá, aunque haya que renunciar a un concurso que sea como una pachanguita de amigos para tener una Champions League de comparsas. Porque, está claro: en el futuro del carnaval solo habrá comparsas, que venden más. Y los postulantes serán sustituidos por técnicos de sonido.

Hasta en la foto se ve que hay mascada de letra.
No soy nadie para impedir que el carnaval star-system triunfe. De hecho, soy minoría absoluta, y lo sé. Y lo asumo. Y me jodo. Mucho menos puedo reprocharle a nadie que aproveche el filón económico que han encontrado la mayoría de los firmantes del comunicado, y otros tantos más. Pero me queda el derecho a la pataleta, y a dejar claro qué modelo prefiero. A mí me gusta el carnaval cercano, el que no solo tolera la imperfección de lo artesanal, sino que lo hace su seña de identidad: una ilegal que no se equivoca a mitad de cuplé con el libreto por delante no es carnaval. Me gusta el carnaval que es honesto y humilde. El que sale por gusto, pero de verdad, y solo quiere la voluntad, a ser posible en papel, para pagarse el moscatel. El que habla como se habla en su barrio y se ríe, y critica y piropea como se hace en su calle. Y si el sevillano le entiende, bien, y si no, pues da igual, porque no le está hablando a él. El que pelea con las armas del carnavalero: gestos, música y letra, y se olvida de encerrarse en fortalezas de foam y atrezo. Porque además, ese carnaval, desde la sencillez, y tirando de arte, alcanza unas cotas de calidad y virtuosismo espectaculares, que de otra manera no se alcanzan, solo se fingen: que alguien me diga cuántos años hace que no se escuchan en el Falla dos cuplés buenos, de verdad, seguidos, por poner un ejemplo. Que nadie me mal interprete, no soy un antiguo, acepto que el tiempo haga evolucionar, pero no que el mercado obligue a desvirtuar.

Ojalá desde fuera —y desde dentro— se entendiera, y esto vale, en verdad, para cualquier atractivo turístico de cualquier parte del mundo, que el que quiera venir a disfrutar del Carnaval de Cádiz, que venga, pero que no intente convertirlo en el Carnaval de Andalucía, o de España, o de donde sea, como hacen los buenos de Santoña. Que yo no quiero escuchar nunca más un pasodoble a la Macarena. Y ojalá que nosotros nos quisiéramos de verdad, fueraparte de pasodobles ganapuntos y finales de popurrí cursis. Ojalá intentáramos no convertirnos en la playa que atrajo al turista por su tranquilidad y su belleza y acabó convirtiéndose en una macro-discoteca con arena. Ojalá nos dejáramos ya de tanta tontería pa’ salir en el carnaval.

Fuente Fotos

Animalabuseisbad.blogspot.com.es/
Maglixte.wordpress.com
I.ytimg.com

1 comentario:

  1. Muy interesante reflexión.

    Es cierto que muchas veces por aplicar modernidad se pierde tradición, y ha pasado con muchas de nuestras costumbres. Pero también es cierto que, como todo en la vida, creo que el Carnaval debe evolucionar. Quizá la cuestión fuera, ¿en qué dirección?.

    Creo también que otorgar a los grupos mejores medios que los que ahora existen no va a cambiar que se cante más o menos a Cádiz, o que se gasten más o menos en forillos, etc... Como bien has dicho, eso se lleva haciendo desde hace bastante tiempo, y va intrínseco en la voluntad de cada autor, la cual es ajena a cualquier norma del concurso. Al fin y al cabo, ¿cómo escribes una norma que fuerce a una agrupación a "sonar y ser Cádiz" ? Pero igual lo digo a la inversa; si un grupo y autor quiere escribir y sonar a Cádiz, va a seguir escribiendo y sonando a Cádiz, por mucho cambio que haya en el COAC.

    Quizá en este punto fuera conveniente nombrar la importancia del jurado. Quizá si los jurados premiaran (con puntos, obviamente) un poco más a las que construyen repertorios de una forma que al resto, pues quizá los autores que quieren ganar el COAC se lo piensen un poco más, y le den otra vuelta de hoja a sus repertorios. El problema es que esto no sucede, y, desde el punto de vista de un aficionado (yo), más bien da la sensación que los criterios cada año son muy distintos.

    En definitiva, yo creo que modernizar un concurso no tiene por qué significar perder la tradición; se pueden buscar las formas. Y, por supuesto, las finales y los premios son los que, al fin y al cabo, definen qué tipo de concurso es el COAC, por lo que es quizá ahí (el jurado) donde se deben sentar las bases para no perder esa tradición.

    Un saludo

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